
Quisiera compartir este poema o plegaria que Don Rubén Cerda, un ex ferroviario,le escribió a su hijo:
Perdona hijo mío, que camine lentamente,
Con la espalda encorvada y los pies torpemente;
Mi cuerpo es una sombra de lo que un día fue,
Mi voz es un quejido del que jamás soñé.
Se fue aquel encanto, que tuve alguna vez,
Recuerdo que en mi vida, mentiras inventé;
Hice cosas raras, que nadie imaginó
Y hasta de la mente, mi nombre se esfumó.
Ya no hay fantasías, ya no hay ilusión,
Siento que mi vida se extingue, en un rincón.
Todo es diferente, los años pesan hoy,
Reclamo con angustia un poco más de amor.
Fue larga la senda que debí caminar,
Ya no me recrimines, si algo sale mal,
No te olvides hijo, que fui el progenitor,
Te di toda mi vida, con mucha paz y amor.
Inunda mi vida de afecto y comprensión,
Recuerda esos tiempos, en que alegré tu corazón;
Busca un buen sentido, no huyas de mi mal,
luz a mi existencia, antes del final.
Es normal que esto ocurra, cuando se ha vivido tanto,
Te pido no me dejes, alejado de tu encanto;
Mis ojos ya cansados, tienen ganas de llorar.
Adiós hijo querido, que ya llegó el final...
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